La descomposición de los residuos vegetales aporta una gran cantidad de dióxido de carbono a la atmósfera. Un estudio académico en la Pampa Deprimida realizado por la Facultad de Agronomía de la UBA encontró que la aplicación de herbicida para promover el forraje de invierno mejora este proceso.
El 25% de la superficie terrestre está cubierta por pastos. Estos sistemas almacenan enormes cantidades de carbono (C) y brindan numerosos beneficios a la humanidad. En este sentido, Lucía Vivanco, profesora de ecología de la FAUBA, señaló que es crucial entender mejor el ciclo del C y en particular la descomposición de la materia vegetal muerta —o maleza— que es una de las formas más importantes de perder CO2 para la atmósfera.
En los pastizales naturales de nuestra Pampa Deprimida, los ganaderos utilizan glifosato para mejorar la cantidad y calidad de los forrajes de invierno y tratar de aumentar la producción de carne y terneros. “Aplican este herbicida al final del verano para reducir la competencia de las especies de plantas de verano y estimular la producción de plantas de invierno; su objetivo es principalmente promover Lolium multiflorum, un forraje conocido como ballica anual”, explica Magdalena Druille, profesora de forrajes de nuestra facultad.
“En primer lugar, nos hizo preguntarnos qué efectos tiene el glifosato en la descomposición de la maleza. Y por otro lado, nos llevó a crear conocimientos teóricos que sirven de marco para entender las formas en que los herbicidas pueden afectar en general este proceso ecosistémico. En otras palabras, no solo estudiamos los efectos de un agroquímico en crear más maleza o matar ciertas plantas u organismos del suelo, ni nos quedamos con el impacto de su uso solo una vez cuando se usa de forma rutinaria durante años en diferentes agroecosistemas. ”, dijo Marina Omacini, profesora del mismo departamento que Lucía.
Vías de glifosato
Vivanco afirmó que el glifosato se aplica a los pastos en forma líquida. El problema es que el herbicida no solo llegará a las plantas «objetivo», sino también a otros componentes del ecosistema, como arbustos o suelo, donde puede afectar a los microorganismos descomponedores.
“También nos interesaba saber cómo se ven afectados otros procesos de pastoreo cuando las aplicaciones se repiten año tras año. Por ejemplo, ¿qué ocurre con la respiración del suelo, muy relacionada con las pérdidas de CO2? ¿O cuáles son las consecuencias de promover el raigrás como tal, dado que vive en simbiosis con un hongo endófito en sus tejidos?”, se preguntó Lucía.
La descomposición, un proceso sensible
Los investigadores encontraron que el glifosato puede actuar de formas contrastantes dependiendo de las diferentes vías que estudiaron. En términos de efectos directos, “la aplicación a plantas vivas produjo maleza que se descompuso un 140 % más rápido que la maleza naturalmente muerta. Por el contrario, hacer esto en la maleza muerta reducirá naturalmente su descomposición en un 20%, aseguró Vivanco.

“Además, vimos que las aplicaciones repetidas de herbicida a lo largo del tiempo redujeron la respiración del suelo en un 57 %. También encontramos que la descomposición de la maleza foliar aumentó un 53% y la descomposición de la raíz un 18%”, explicó Lucía.
En cuanto a los efectos en la descomposición del endófito del raigrás, Omacini apuntó que “cuando la planta muere, el endófito muere también, pero deja un ‘legado’ a través de la composición química de la maleza. Nuestro experimento mostró que vivir con el hongo redujo la descomposición de las hojas muertas de esta hierba en un 22 %.
Lucía, Marina y Magdalena también son investigadoras del CONICET en el Instituto IFEVA (UBA-CONICET) y junto a María Victoria Sánchez, egresada del LiCiA, publicaron estos resultados en la revista Functional Ecology.
Más impacto del deseado
Con base en sus resultados, Vivanco concluyó que el uso de glifosato promueve la pérdida de CO2 del pastoreo. “Este herbicida altamente controvertido tiene implicaciones para los procesos a nivel de ecosistema, como observamos en la descomposición de residuos de plantas, que integra múltiples componentes. Creemos que la aplicación de glifosato puede causar la pérdida de carbono de los pastizales naturales, lo que hace que su papel esencial como sumidero de carbono sea más vulnerable».
En ese sentido, Druille señaló que el fomento del raigrás con herbicida ya degradó los pastos y ahora es el momento de restaurarlos. “En trabajos anteriores de nuestro grupo en 2015 y 2016, vimos que esta práctica, por ejemplo, reducía la densidad y funcionalidad de los hongos micorrízicos arbusculares en el suelo, lo que puede dificultar la regeneración de la vegetación, ya que estos hongos son necesarios, los forrajes son establecido para ser replantado».
El investigador agregó que una opción sería dejar de usar glifosato e incorporar las semillas al suelo para restaurar la comunidad vegetal. Sin embargo —y por lo dicho anteriormente— también es necesario inocular los suelos con hongos micorrízicos para «favorecer» la restauración de la estera forrajera. Producir inóculo de estos hongos para su aplicación a gran escala es difícil y se necesitan más estudios para evaluar su éxito en el campo.
“De todos modos”, agregó Omacini, “este no es un llamado a la vacunación. Más bien, pretendemos resaltar el valor de cuidar el ecosistema invisible desde el principio, para no degradarlo. La recuperación es costosa y compleja, por lo que estamos mostrando la importancia de la concientización y la prevención».
Finalmente, Vivanco fue más allá de los pastos y amplió sus preguntas a las posibles consecuencias del uso de glifosato en otros sistemas. Destacó que también se aplica en campos agrícolas, incluso después de la cosecha. «Las consecuencias para el ecosistema en general, y la pérdida de carbono en particular, sin duda variarán según el tipo y la cantidad de cobertura y las diversas vías que hemos identificado en nuestro modelo teórico. En este sentido, este trabajo ofrece un marco para comenzar a explorar.»